Perfil, 10 de marzo de 2020
Cada vez con mayor frecuencia, desde el Ministerio Público Tutelar debemos interponer medidas cautelares para solicitar que se vele por la intimidad de las víctimas de aberrantes delitos.
Este 8 de marzo no fue el mismo que los anteriores ya que año tras año asistimos como protagonistas o como meros espectadores, a la crisis y deconstrucción de estructuras y estereotipos que durante siglos predominaron en relación con la mujer.
Los avances son considerables: hoy no pasa inadvertido, y es cuestionado severamente, poner en duda el carácter de igualdad de derechos que debe predominar entre los diversos géneros. Cada vez son más los que observan que el valor de las palabras no solo denota sino que también connota.
Pero cuando hablamos de las niñas y las adolescentes podemos observar que aún hay un largo camino por recorrer en materia de deconstrucción de estereotipos y promoción y protección de sus derechos. Ello debido, no solo a la falta de perspectiva de género, sino también de infancia, ya que no solo se invisibilizan sus derechos sino que muchas veces se las trata como objetos.
Lamentablemente, asistimos diaria y sistemáticamente a violaciones, homicidios, violencias, de las que son víctimas. Y en lugar de hablar de la desgarrante estadística que refleja la cantidad de víctimas en la infancia y adolescencia, de la pena que le corresponde al agresor, del proceso que se le sigue o de las políticas que deben implementarse para acabar con estos crímenes, exponemos y quebrantamos la privacidad de las más vulnerables.
Cada vez con mayor frecuencia, desde el Ministerio Público Tutelar debemos interponer medidas cautelares para solicitar que se vele por la intimidad de niñas y adolescentes víctimas de aberrantes delitos. Lejos de avergonzar a los adultos que las exponen, en cada acción que iniciamos, podemos observar el incumplimiento sistemático de las leyes que las protegen.
Aún vivimos en una sociedad que cuestiona una pollera corta, fotos, salidas nocturnas y experiencias sexuales en la adolescencia, convirtiéndolas en responsables de los crímenes de los cuales son víctimas.
Es un momento oportuno para que reflexionemos, desde los distintos roles que como adultos nos toca desempeñar, acerca de la necesidad urgente de proteger integral e intersectorialmente los derechos que las asisten. Y la justicia tiene un rol preponderante en este cambio de paradigma, debemos ir hacia una justicia que incorpore en todos sus estamentos la perspectiva de derechos de infancia y género donde sus vidas no sean objetadas, cuestionadas o materia de investigación y sus derechos sean los protagonistas.
* Yael Bendel
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