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Se duplicó la cantidad de gente que duerme en la calle

Perfil, 3 de junio de 2013

El 40% tiene entre 20 y 40 años y uno de cada tres duerme en el Microcentro.

“Charlemos, pero no me saques fotos; no quiero que mi familia me vea acá”. Así se presenta Carolina –el nombre es por supuesto de fantasía–, una chica de poco más de 20 años que duerme todas las noches en un colchón sobre la calle Hipólito Yrigoyen. Llegó de San Luis para buscar trabajo, pero no lo encontró y desde hace seis meses sobrevive con la comida que le lleva una parroquia cercana. Asegura que en la calle cada vez hay más gente: muchos se van muriendo, por el frío o quemados por el paco. Pero los que llegan son muchos más de los que se van.

Las organizaciones que ayudan a la gente que vive en la intemperie corroboran su percepción. El último censo de la ONG Médicos del Mundo (MDM) arrojó que la cantidad de personas que duerme en la calle se duplicó en sólo tres años. Pasó de 674 durante los meses de otoño e invierno de 2009 a 1.283 en el mismo período de 2012. Este año podría haber aún más. La Fundación Sí, que está comenzando las Recorridas por el Frío, calcula que ya son cerca de 1.400 personas.

La información contrasta con la del censo del Gobierno porteño que muestra una disminución constante, de más de 1.300 en 2009 a 848, el año pasado. Según explicaron a PERFIL desde el Ministerio de Desarrollo Social, la diferencia podría deberse a que el relevamiento se hace cada año durante solamente un día del mes de diciembre, un problema metodológico que también señalan desde MDM.

En la calle sobreviven familias enteras, como la de Edgardo, que duerme con su esposa y su hijo de dos años en la puerta de un edificio en Balvanera. También hombres solos como Carlos, que vive en la Terminal de Constitución, pero va todos los días a leer a la Biblioteca del Congreso, “para mantener ocupada la cabeza”. En los últimos años, sin embargo, el mayor crecimiento se dio en los jóvenes.

Adicciones. “Desde 2010, cada vez hay más gente de entre 18 y 24 años, y no solamente en Buenos Aires, sino en todas las ciudades importantes del país. Casi siempre la causa es la misma: el paco”, explica Manuel Lozano, vicepresidente de la Fundación Sí. María Luisa Arredondo, que reparte comida todos los jueves en la Plaza Congreso, con el grupo Amigos de la Calle de la Parroquia San Egidio es más cruda: “No duran mucho, porque la droga los mata enseguida, pero viene gente nueva a un ritmo mucho mayor”.

Crisis. La situación económica del país también contribuye con el problema. “Aunque no haya índices para saber exactamente los porcentajes, es claro que la pobreza y la indigencia son importantes. Se ve también mucha gente del Conurbano, porque aun en la calle, la Ciudad ofrece mayor protección, seguridad y acceso a los alimentos”, señala Javier Meritano, vicepresidente de MDM.

Pero tener empleo tampoco es garantía de conseguir una vivienda. A pesar de que la construcción fue récord en la última década, la ONG calcula que hay 16.353 personas con problemas habitacionales (incluyendo a quienes duermen en paradores, viven en inquilinatos o fueron desalojados recientemente). Si bien en los últimos años la cantidad de plazas en los paradores de la Ciudad pasó de 1.297, en 2009, a 1.853, sólo se pueden utilizar durante la noche. Por la mañana, la calle espera de nuevo.

 “El problema tiene múltiples causas. La pobreza, la pérdida del empleo, pero también las situaciones violentas en la familia o patologías psiquiátricas. Por eso, aunque mejoramos la infraestructura, y hoy hay más personas que aceptan dormir en paradores, todavía muchos no quieren”, indica la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley.

 Lazos rotos. El factor determinante es la falta de contención, familiar, social y gubernamental. “Sobre todo en los más jóvenes suele haber una situación, frecuentemente de violencia, que hace que se rompan los vínculos”, indica Lozano. “Solamente 5% de quienes viven en la calle vienen de otros países, y muchos a veces, no tienen familia que los ayude. Eso es porque las colectividades armaron redes de contención que funcionan muy bien, algo que los argentinos no tienen”, agrega Meritano.

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