Clarín, 7 de marzo de 2020
Los barras siguen siendo ponderados en las canchas; las canciones de las hinchadas ponen el foco en la dominación sexual del rival y la idolatría de jugadores denunciados por violencia de género se mantiene intacta. Opinan especialistas y futbolistas.
En tiempos de terrenos conquistados por el feminismo, la pregunta parece inevitable: ¿es posible lograr la deconstrucción en un fútbol tan aferrado, por usos y costumbres, al machismo? La realidad marca que se está lejos y ejemplos sobran para esa afirmación: la cultura del aguante todavía es ponderada en las canchas; muchas de las canciones de las hinchadas ponen el foco en la dominación sexual del rival; y la idolatría de ciertos jugadores denunciados por violencia de género se mantiene intacta.
En el pasado, el racismo se combatió y los clubes fueron (y todavía son) sancionados ante las acciones discriminatorias de sus hinchas. ¿Se puede lograr lo mismo con el machismo en el fútbol en la Argentina? “Lo del racismo es bueno para pensar qué tolera la sociedad. Imaginate si empiezan a sancionar a los clubes de fútbol que dicen 'los vamos a matar o los vamos a violar'... No hay partido que se juegue. Pero los partidos no se paran ahora. Está bueno para pensar qué hemos normalizado como violencia. Antes estaba naturalizado decir que determinados clubes estaban vinculados a cierta etnia, pero se empezó a sancionar y se dejó de hacer. Ahora estamos diciendo 'esto es violencia también'. Cuando alguien le canta a otro que lo va a violar, eso es violencia, está mal y tenemos que sancionarlo. Falta para que la sociedad tome conciencia de eso”, opina José Garriga Zucal, doctor en Antropología Social (UBA) e investigador del CONICET.
El antropólogo plantea la necesidad de “políticas públicas, de Provincia y Nación, y políticas institucionales, desde los clubes”. “Cambiar la relación entre violencia y masculinidad es un punto central para entender la violencia en el fútbol pero también para entender la posibilidad de hacer políticas efectivas que superen el mundo del fútbol”, opina el autor de los libros “Haciendo amigos a las piñas. Violencia y redes sociales de una hinchada de fútbol” (2007) y “Nosotros nos peleamos. Violencia e identidad en una hinchada de futbol” (2010).
Justamente, el concepto de "masculinidad" comenzó a hablarse con fuerza a raíz del asesinato de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell. Y el nuevo Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad sacó un interesante hilo en su cuenta de Twitter donde lo explicó su relación con la violencia."El modo en que los varones construyen su “masculinidad” es determinante para ponerle un freno a la violencia. Entender que hay otras formas (¡mucho más sanas y humanas!) de desarrollarse en libertad es clave para empezar a cambiar. La sociedad justa que queremos no se construye ni con princesas ni con superhéroes. Se hace todos los días con personas que elijan en libertad su proyecto de vida, sin condicionamientos ni mandatos de violencia. ¿Cómo? Con el compromiso de todxs", publicó el organismo en la red social.
Yael Bendel es Asesora General Tutelar del Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires y resalta que son necesarios “los talleres, no las capacitaciones”. “La mejor forma para trabajar es interactuando. Y la visibilización es la clave para cambiar todo, porque por ejemplo la violencia hacia el género no cambió, faltan muchos años para que haya igualdad, pero la visibilización con un tratamiento serio mediático es un primer paso”, señala.
El trabajo del organismo comenzó en los clubes hace varios años y les apunta por igual a deportistas, entrenadores y dirigentes. “Es muy difícil entrar en los clubes. Inicialmente, ingresamos por el tema de las pensiones. Después, nos contactaban porque detectaban violencia intrafamiliar. Esa fue la puerta de entrada”, confiesa. El dato que aporta no es menor: el 80% de los abusos sexuales contra niñas, niños y adolescentes son cometidos por familiares o personas conocidas de las víctimas.
“A partir de abordar esas problemáticas, pudimos dar talleres tanto a padres como alumnos, maestros, entrenadores y autoridades. Trabajamos con todos los clubes, incluso los que no son conocidos o están en barrios vulnerables, como La Nuestra en la Villa 31. Nos interesa porque el deporte es una puerta de entrada para cuidar a los chicos y los clubes son parte del sistema de protección de sus derechos”, explica. Y remarca que durante su trabajo no detectan “violencia entre los varones y mujeres menores de edad; en general, viene de las propias autoridades, o sea, es violencia institucional”.
Vélez se convirtió en mayo de 2018 en el primer club del fútbol argentino en crear el "Área de Violencia de Género", dependiente del Departamento de Legales y dentro del organigrama institucional. Su directora, la abogada Paula Ojeda, le cuenta a Clarín que la primera actividad que hicieron “fue justamente con la Comisión Directiva”. “Nos parecía que donde primero teníamos que avanzar era ahí. Desde el momento en el que le presentamos el proyecto al presidente Sergio Rapisarda, que no entendía cómo iba a funcionar este departamento con un club, fue sentarnos y explicar de qué se trata e instalar de a poco -porque tampoco vivimos en un mundo ideal- la igualdad de género y la perspectiva de género”.
“Quienes toman decisiones dentro de las instituciones por lo general son hombres que habitaron el fútbol hegemónico que transmite violencia y la contiene. Por eso, romper con el futbol hegemónico no creo que sea algo posible sin el aporte de los feminismos”, comenta Rocío Díaz, jugadora de Racing e integrante del colectivo Futbolistxs Unidxs, que nuclea tanto a hombres como mujeres que juegan al fútbol en el país.
Y agrega: “Es tan grande el espacio que ocupa al fútbol que repercute muy fuerte en nuestra sociedad y nuestra cultura. El fútbol aparece como un territorio sin restricciones, desde el profesional hasta el fútbol de la plaza, en las tribunas, en los medios, en la televisión de tu casa. Todo se permite si tus acciones son impulsadas por 'el amor a la camiseta', por 'defender los colores', por reivindicar tu virilidad a través de discursos románticos”.
Bendel continúa: “Nos cuesta mucho porque deconstruir significa también poner en crisis la propia crianza que a veces nos duele y elegimos negarla. Ver cómo las personas que nos aman también generaron estas desigualdades con nosotros no por un desamor sino por un tema cultural. Esta generación no tiene este chip, pero nosotros estamos en medio de la transición, somos la generación bisagra”.
Con esa idea coincide Lucas Bruera, futbolista de Chacarita Juniors que también milita en Futbolistxs Unidxs, un colectivo que entre otros jugadores tiene a Macarena Sánchez, la impulsora de la profesionalización del fútbol femenino. Y el arquero no esquiva un tema tabú entre los jugadores: la homosexualidad. “La sociedad tiene que evolucionar y ubicarse en el tiempo. Ahora estamos en un punto de quiebre. Evidentemente, haya o no haya homosexuales en el fútbol, van a llegar nuevas generaciones y estoy seguro de que en diez años vamos a hablar de otro fútbol y de otro vestuario y esto nos va a parecer totalmente natural. A mí me importa si el 9 mete goles, si el arquero los evita y si el 2 defiende, en su vida privada pueden hacer lo que quieran. Es cierto que en el fútbol hay gente que piensa de manera antigua o tiene otro pensamiento, pero hay un número muy grande de jugadores y jugadoras que piensan como nosotros pero no salen a decirlo. Poco a poco el cambio se va haciendo”, afirma.
Esa ilusión la comparte el antropólogo Garriga Zucal: “Los futbolistas, espectadores y dirigentes estamos cruzados por una lógica de la masculinidad con direcciones violentas y auto-represivas. La masculinidad violenta, tal vez, tiene un costo social muy alto para todos los hombres porque “obliga” a hacer cosas para ser considerado como. Pero no creo que los jóvenes reproduzcan esas lógicas. Tengo optimismo, creo que hay algo que se modificó. Porque se está cuestionando la legitimidad de la masculinidad y de ese espacio masculino. Y creo también que la irrupción de las mujeres en el fútbol modificó eso un poco. Hay un ambiente más liberal”.
Los entrevistados concuerdan en que las nuevas masculinidades y la perspectiva de género serán pilares fundamentales para deconstruir el deporte. “La relación entre violencia y masculinidad tiene particularidades propias del mundo del fútbol pero también de la masculinidad propia de nuestra sociedad. Si trabajamos en deconstruir esa relación tan directa que existe entre las pruebas de la masculinidad vinculadas a la violencia en el mundo del fútbol también trabajamos en deconstruirla en otros ámbitos”, agrega Garriga Zucal.
“Más allá de que el panorama sea complicado, creo que la posibilidad de hacer algo diferente está en pensar un fútbol feminista, es decir, en la práctica de un juego inclusivo, colectivo y diverso, donde nuestro accionar no esté basado en esa masculinidad hegemónica en la que solo triunfan los fuertes o los que aguantan más golpes, la sensibilidad no está permitida, el modelo siempre es una figura masculina. Un fútbol que nos encuentre y no al revés”, resume Díaz.
La violencia de género que preocupa y debe ocupar un espacio en el fútbol argentino
Según el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven, en 2019 se produjo un asesinato cada 27 horas en Argentina. La cifra fue aún más brutal si se tiene en cuenta solo diciembre, cuando mataron a 30 mujeres en los primeros 28 días, es decir que hubo un femicidio cada 22 horas.
El fútbol no es ajeno a esa problemática. Hace unos meses el foco se puso en la decisión de Racing de solo darle cinco días de licencia a Jonatan Cristaldo ante la denuncia de su pareja por haberla golpeado. Después, el delantero volvió a entrenar y hasta jugó el Trofeo de Campeones, en el que el equipo entonces dirigido por Eduardo Coudet fue campeón.
"Nos encontramos con jugadores golpeadores, violadores, que agreden física o verbalmente a otras personas, en su mayoría mujeres, que son 'aceptados' y sostenidos porque ser futbolistas va más allá de eso. El caso más reciente es el del Churry Cristaldo que después de haber golpeado a su pareja se encuentra de pretemporada como si nada hubiera pasado", remarca Rocío Díaz, jugadora de Racing, que también recae en la importancia de que "la ESI sea obligatoria en los clubes".
Bruera entiende que "más allá de la condena del club, (un violento) no debería pisar más un vestuario". "Yo no quiero en el vestuario a un tipo que le pega a su novia o novio, que le pega a su hijo o a su perro. Es una mala persona y yo no podría tenerlo de compañero. Habría que hacer un ataque de infamia, como los romanos: que el tipo sea un golpeador, que no se sienta cómodo ni sea un ídolo, o sea, que tenga su condena dentro del vestuario también", señala el arquero, al tiempo que agradece no haber tenido "ningún compañero que haya pasado por esa situación".
Bendel interpreta que "todos somos hijos de una generación que tiene que deconstruir ciertos conceptos". "Dentro de esos prejuicios está el de que un hombre exitoso o carismático, que puede ser actor, futbolista o ídolo, no es capaz de concretar un acto de violencia y que seguramente miente la mujer o la víctima. Eso lo tenemos que deconstruir. Son cuestiones que nos pueden llevar más tiempo, pero hay que deconstruirlo rápidamente porque estas personas que ejercen violencia tienen que ser apartadas del circulo de violencia. Como sociedad no podemos tolerar que esa empatía que la persona ejerce en lo público deje sin efecto la violencia que ejerce en la intimidad", explica.
En Vélez, Ojeda fue la impulsora de un contrato inédito para Ricardo Centurión, denunciado por su pareja en 2017. Además, desde la creación del Área de Violencia de Género del club se dispuso un mail (genero@velezsarsfield.com.ar) y un teléfono (1124684712) para que las socias pudieran asesorarse y/o denunciar.
"Lo que pienso siempre es que si bien está bárbaro llamar al 144 para informarte -y hay que hacerlo-, hay un montón de lugares donde la burocracia atenta contra el pedido de justicia. ¿Por qué, entonces, no tener dentro del club de tus amores un lugar donde te pueden contener, guiar y ayudar e incluso darte el asesoramiento jurídico gratuito durante todo el proceso? Me parece que es un apoyo importante, un granito de arena también en la lucha", remarca la abogada, y avisa que la problemática sobre la que reciben más consultas es la de violencia en el noviazgo y problemas intrafamiliares.
"Creo que los clubes pueden trabajar también en la prevención de las formas de violencia porque la formación de los jugadores está basada en ese tipo de masculinidad violenta. Ocurre hasta en los clubes de barrio y en eso sos responsables los dirigentes, los técnicos y los profesores de educación física", resume Garriga Zucal.
Olé, olé, olé
Olé, olé, olé, olá
Olé, olé, olé
Cada día te quiero más
Soy argentino
Es un sentimiento
No puedo parar
Ir a la cancha a ver a la Selección siempre implicó un clima distinto en las tribunas. La cultura del aguante, allí, no se impuso. Por eso también los hinchas de Argentina fueron considerados los “tibios” e ir a ver un partido al estadio, aburrido. Hasta que, claro, reapareció una figura convocante como Lionel Messi.
Sin embargo, en ese ambiente, el “agite” no se arma como cuando se va a la cancha a ver a su equipo, donde sí el cancionero habla de proezas de los hinchas, de robar una bandera o hasta de someter sexualmente o incluso matar a un rival.
“Se critica a la hinchada que va a ver a la Selección, por ejemplo, porque es 'aburrida'. ¿Qué significa ser aburrido, no decir que hay que matar al rival? Me parece interesante para pensar cómo se construyó el espacio en el mundo del fútbol donde la violencia es legítima y está totalmente naturalizada”, dice Garriga Zucal.
Bendel opina que “en la cancha pasa lo que pasa en la vida, la violencia está a la orden del día”. “Se van legitimando ciertas conductas porque, quizás, quienes gobiernan ahí no son los que tienen que mandar. Por ahí, tiene más poder alguien de la barra brava que alguien de las fuerzas policiales”, profundiza la funcionaria.
La futbolista Díaz, por su parte, resalta que “el mensaje que aparece en la tribuna, mediante banderas o canciones, expresa en su mayoría violencia sexual, violencia de género, racismo, xenofobia, homofobia, amenazas de muerte o persecuciones”. “Todo sea para demostrar quién tiene más aguante. El hincha desde su lugar tiene vía libre para insultar y hostigar a rivales, ternas arbitrales, hasta al mismo equipo si lo considera necesario”, agrega.
“Está todo mal lo que cantamos en la cancha, ¿no? -coincide el antropólogo sobre esta violencia simbólica- Yo voy con mis hijos y digo 'no puedo estar cantando todo esto'. Se explica en términos de legitimidad: cómo en el mundo del fútbol se construyeron legitimidades que en otros espacios son ilegítimas. Yo mismo no pienso eso, pero voy al mundo del fútbol, lo canto y hasta puede enorgullecerme. Tengo más de 40 años y las canciones que cantaba cuando era chico en la cancha eran muy diferentes a las que se cantan ahora”.
Si bien Bruera destaca que “como jugador no hay nada como el aliento de la tribuna en la Argentina”, remarca que es momento de modernizar el fútbol. “Cargar al rival es la pica del fútbol, pero 'puto' ya no es un insulto. Habiendo canciones tan lindas como hay en Argentina, canciones que a uno lo emocionan como hincha, hay otras que ya no van”, señala.
“Si lo pensamos históricamente, atravesamos el peor momento. Si tomamos las canciones como un ejemplo, en los últimos 40 años fueron sumando las ideas de violencia vinculadas a la masculinidad y las ideas de violación por ejemplo, como 'le vamos a romper el orto', algo que antes no existía. Puede haber algunas reflexiones sobre si está bien o mal, pero son aisladas. Pocos se plantean 'como está mal lo vamos a cambiar'”, reflexiona Garriga Zucal sobre una problemática arraigada en la tribuna que parece la más difícil de erradicar.
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