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Peligrosa fiebre de adopción

Clarín, 29 de enero de 2010
 
 
Por Emilio García Méndez, ex Diputado Nacional y experto en leyes para la infancia.
 
 
La tragedia que se abatió sobre Haití tiene un componente adicional: la suerte de su infancia. Una fiebre adopcionista se ha desatado en estos días. No me refiero aquí a los normales procesos de adopción dentro de los cuales siempre de alguna manera está presente una respuesta dramática individual a un problema dramático individual. Procesos en los que se han agotado todas las instancias posibles de vincular a los niños con sus familias biológicas de origen o incluso con su núcleo familiar mas extendido.
A eso obedece el carácter restrictivo de la adopción, a eso obedece la sabia reserva del Estado argentino frente a la práctica de la adopción internacional. Y a eso obedece la prevención frente a normas y prácticas que permitían y permiten la declaración del estado de abandono por la mera carencia de recursos materiales.
Me refiero, por el contrario, a la creciente propensión a entender la adopción como una forma masiva y estandarizada para la solución de graves problemas sociales de base estructural. Por ello, si por un lado es cierto que todo niño tiene derecho a una familia, la inversión de la frase no es necesariamente verdadera, ni mucho menos justa. No toda familia tiene derecho a un niño. Adoptar puede ser un deseo pero jamás un derecho.
Es claro que no todos quieren entenderlo así. Para comenzar no lo entienden así las mafias que en Guatemala comercializan cada año un promedio anual de 3000 niños con ganancias que colocan este "rubro" bastante cerca de los ingresos por concepto de exportación de café o del turismo. Llenas estaban hasta hace poco las páginas de Internet, de las "agencias de intermediación" con las fotos de niños haitianos aptos para ser exportados y donde las cifras aumentaban sensiblemente en relación inversamente proporcional a la edad y a la existencia de certificados que los declararan no portadores del virus del sida.
Concebir la adopción fuera de los marcos legítimos de la dignidad constituye una forma más o menos refinada de contribuir a crear en el mediano plazo los problemas que se pretenden resolver en el corto.
 
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