Perfil, 25 de octubre de 2023
Con énfasis en que octubre constituye el mes de la salud mental, Elvira y Amapola nos contaron acerca de sus vidas y su acercamiento al Ministerio Público Tutelar en busca de ayuda.
Un grupo de quince personas camina por Parque Roca, en la ciudad de Buenos Aires, mientras buscan con la mirada un buen lugar para hacer un picnic. Después de comer y realizar algunos dibujos, una mujer toma una guitarra y se anima a una canción. Entre un poco de nerviosismo y alegría comienza a cantar "Resistiré", del español Dúo Dinámico, mientras los demás la acompañan con palmas y entonando algunas oraciones.
Esas personas llevan todo el año compartiendo estos encuentros y se autodenominan “Puentes Diversidos”. Se trata de personas usuarias de servicios de salud mental, con diferentes diagnósticos, que son consultantes del Departamento Especializado del Ministerio Público Tutelar, cuyo rol es la promoción del acceso a la justicia y el respeto de derechos y garantías de ciertos grupos sociales.
Dentro del grupo se encuentran Elvira y Amapola, dos mujeres que han sufrido violencia de género y que fueron diagnosticadas con esquizofrenia. A lo largo de su vida estuvieron internadas en algún momento en centros neuropsiquiátricos, como el Hospital Braulio A. Moyano, pero actualmente viven en domicilios particulares.
"A mi siempre me gustó el Derecho. Desde chica tuve la suerte de recibir una buena educación porque mi papá se preocupó", comenta Elvira, de 70 años. Ella está a una materia de recibirse de abogada, carrera que siguió estudiando a pesar de vivir en la calle durante un tiempo.
"Nací en Entre Ríos, mi papá era maestro mayor de obras, me dijo que tenía estudiar para ser escribana y siempre me quedó en la cabeza. Primero me recibí como maestra de primaria pero después no pude ejercer porque 'metí la pata'", reflexiona en referencia al momento en que conoció y decidió juntarse con quien fue su pareja, y padre de sus tres hijos.
A partir de entonces, Elvira cuenta que fue obligada a trabajar "en el rubro gastronómico", al que no estaba acostumbrada, en contra de su voluntad. "En los años que viví en pareja empecé a sufrir violencia y a mi me impactó también porque no estaba acostumbrada. En mi familia eso no pasaba". Este sometimiento se daba, en medio de la crianza de los chicos.
Aunque después de un tiempo optó por separarse y mudarse a la Ciudad de Buenos Aires, Elvira advirtió que las cosas no fueron fáciles. Sus hijos vivieron con ella, fueron alternando entre Paraná y la Capital Federal, y después de una pelea por la casa familiar quedó en situación de calle y fue internada por primera vez en un centro de atención psiquiátrica. Tuvo diferentes ingresos y egresos en lugares de este tipo, y también trabajó de lo que pudo "para ganarse el mango". "Viví en un Credicoop. Laburaba en fábricas, restaurantes, limpieza, hice de todo", afirma.
La historia de Amapola, de 50 años, es distinta pero tiene la violencia como común denominador. Estuvo en un barrio humilde de Santiago de Chile y después en Villa Caraza, Lanús. Según relata, no solo tenía problemas con su primer marido sino también con su segunda pareja -que además era usuario de servicios de salud- y con la familia de él, con quien convivía. "Tuve una crisis. Había mucha violencia física y verbal", indica.
Aunque sus hermanos, que viven en el exterior, la ayudaron pagándole alojamiento en un hotel y, posteriormente, el alquiler de un departamento, comenta: "Cuando viví en el hogar me sacaban la plata para muchas cosas que no eran mías. A Elvira la escucho y estamos cortadas con la misma tijera: Tenemos problemas con nuestras familias, somos echadas de nuestras casas y cuando encontramos un lugar a veces nos pelan".
Acercamiento a los servicios de salud mental
"Todo lo que vivió han convertido a Elvira en una señora que ha aprendido a defenderse y a luchar, y que no le han prestado atención a cómo quería realizar el egreso porque le dudaban todo. Entonces cómo construir o acompañar un proceso sin tomar en cuenta lo que te están planteando", señala Fernanda Díaz Fornis, trabajadora social del departamento del ente que protege los derechos de la niñez, adolescencia y personas con padecimientos en su salud mental.
"En el 2012, cansada y agobiada por el trabajo tuve que abandonar Abogacía y me dolía en el alma. Pero ya jubilada y todo volví a retomar. Desde el Ministerio me ayudaron con el trámite de la jubilación y con un cupo para vivir en un hotel", añade Elbira, al mismo tiempo que explica que ahora su motor para terminar la carrera es "poder ayudar a otras mujeres que sufren violencia y que no logran que las escuchen".
El departamento recibe situaciones de personas que puede que estén internadas, bajo un régimen de internación o que conviven en comunidades. La principal línea de acción es la de fomentar la autonomía de la persona, en la medida de lo posible, e instalar la vida en comunidad, buscando asistir desde algún recurso económico, la gestión de trámites o la búsqueda de un acompañante, entre otras funciones relativas al acceso a los derechos y garantías, explica Mauro Giménez, psiquiatra que trabaja en el Ministerio.
Por el lado de Amapola, la trabajadora social contó que se mantuvieron en contacto con ella luego de denunciar violencia por parte de su pareja y tiempo después, la ayudaron a elegir el lugar donde vive hoy en día, entre otras cosas. Además estuvo realizando actividades en los "Talleres protegidos", como electricidad y plomería, que organizan diferentes centros de salud
Acerca de las salidas planificadas por el mencionado departamento del Ministerio, se mostraron felices por la creación de “Puentes Diversidos” (fusión de diverso y divertido) y contaron que además del Parque Roca ya han visitado otros espacios como museos y plazas. "Verlos a ellos, ver el campo y a nosotros todos reunidos es una paz, una armonía", dijeron las mujeres.
“La Salud Mental requiere de una red de apoyos de la que todos somos parte”, expresa la secretaría general de Gestión, Pilar Molina. Esta idea tiene tan solo un año y se gestó después de la pandemia y las dificultades generadas por el aislamiento estricto. Acerca de esto, el Lic. Giménez destaca: "Lo que vemos es que una de las cuestiones que más aparece en todos los cuadros es la dificultad de generar lazos sociales".
Consultadas sobre qué le aconsejarían a una persona que esté transitando una situación similar a las de ellas, Elvira comenta que "hay que insistir" por lo que uno quiere y no "dejarse estar" o tirarse abajo si es discriminado por su condición. Amapola, por su parte, prefirió cantar un poco como había hecho en el parque: "Resistiré, para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré. Y aunque los sueños se me rompan en pedazos... Resistiré, resistiré".
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