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Una infancia y dos modos de tratarla

La Nación, 19 de abril de 2011
Alicia Cytrynblum
Los delitos cometidos por chicos o chicas suelen generar gran impacto en la prensa y se aplican distintas palabras para nombrar a quienes los cometen. Desde "menores" hasta "niños pirañas" o "pibes chorros", entre otros términos peyorativos. A los otros, los que no tienen problemas ni los generan, se los llama simplemente "chicos o chicas". Es una separación simplista entre buenos y malos, que no contextualiza la situación social, familiar, ni la contención educativa. Es una cobertura de casos, no de procesos sociales, que no analiza -sin por ello justificar- cómo ese joven llegó al delito.
 
Casi en el borde de la ética periodística se lee, cada tanto: "Un menor atacó a un niño", como si fuesen dos especies diferentes y no una misma infancia de un mismo país, atravesada por la iniquidad y la pobreza.
 
La contracara de los términos peyorativos es la responsabilidad implícita que les aplica a los mismos protagonistas. Es el camino corto. Con una mirada más amplia, puede verse en la violencia juvenil una mayor responsabilidad del Estado y de la sociedad que, sin incluir, da vuelta la cara a cientos de miles de jóvenes que no logran hallar un lugar para forjar su futuro, y esa conducta es el emergente de la desesperación y la falta de timón.
 
Periodismo Social analiza desde hace ocho años 22 diarios del país en temas de niñez y adolescencia y hay un dato que nos alerta, por lo inmodificable: los chicos y chicas son cinco veces más víctimas de violencia que promotores de ella. Es decir, nuestra infancia necesita que la cuidemos; también, y casi especialmente, aquélla, agente de violencia, es la que más nos necesita.
 
Los niños y jóvenes están en un momento de su vida en el que todo puede ser modificado en el futuro, y el uso de términos peyorativos que los estigmatiza no admite una transformación de conductas más adelante. No seamos los periodistas quienes pongamos un freno a esos cambios. Por el contrario, colaboremos con la sociedad a tender puentes de inclusión social que trasciendan los prejuicios.
 
La autora es presidenta de Periodismo Social
 
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