Página 12, 2 de febrero de 2018
*Por Yael Bendel
Un hombre fue condenado por la Cámara penal de Trelew en la provincia de Chubut a 30 horas de trabajo comunitario por haber abusado sexualmente durante tres años de las nietas de su pareja cuyas edades van entre los 10 y 11 años. Tan sólo 30 horas de trabajo comunitario separan a este perpetrador de estas dos víctimas. Tan sólo 30 horas por un abuso sostenido, sistemático y planeado. Tan sólo 30 horas contra un dolor que quedará latente.
Sometidas a un complejo proceso judicial, pericias y entrevistas que culminaron en esta sentencia que lejos de reparar parece una burla. Desde hace unos días, los temas mediáticos están centrados en discusiones sobre género y feminismo entre personas del espectáculo, poco se habla de este polémico fallo y de noticias que dan cuenta de las violencias hacia niñas y niños.
En mayo de 2015, en otro increíble fallo de los camaristas, Horacio Piombo y Benjamín Sal Llargués habían reducido la pena a un hombre que había violado a un niño de 6 años, el fallo, esta vez, sí provocó una escalada de críticas y una amplia repercusión mediática que obligó a que éstos presentaran la renuncia. Hace pocos días un auxiliar de una fiscalía de Mendoza ha sido sorprendido con dos niñas de 12 años en su auto, al momento de ser detenido, estaba abusando de una de ellas. Las dos niñas habían sido drogadas y una tendría una enfermedad de transmisión sexual. Esta atroz noticia, no es noticia. El hombre fue imputado y se espera una condena acorde al grave delito. El movimiento del Ni Una Menos fue posible porque un grupo de periodistas comenzaron a interpelar a la sociedad sobre algo que ya no podía ocultarse y era la violencia sistemática y los crímenes de género, por ello cuando apelamos a la visibilización sabemos el importante rol que cumplen los medios de comunicación a la hora de “instalar” una problemática. Y la creciente violencia y asesinatos de niñas y niños es una problemática, debemos dejar de pensar en ellos como un daño colateral porque esa violencia tan específica, tan cotidiana y tan naturalizada necesita una urgente atención. Como organismo de protección de derechos recibimos diariamente casos sobre violencias ejercidas hacia niñas y niños. Sabemos de sus padecimientos, de las secuelas que éstos dejan y de lo difícil que resulta recuperarlos de estos traumas. Detengámonos tan sólo un momento a observar cómo viven su mundo infantil: un mundo en el que lo primordial es jugar, ir a la escuela, tener amigos, alimentarse y ser cuidados, y que ése cuidado está en manos de adultos en el cual tienen depositada su confianza y que un día “un adulto de su esfera íntima” rompe todas las convenciones, todas las reglas y abusa de ellos. Su mundo real, se derrumba. Una niña o niño abusado ya no tiene lugar para la fantasía, pierde la alegría, se retrae, físicamente se observan cambios, su descanso se ve alterado, en fin, podríamos decir que la “infancia” tal como la entendemos se termina. De esto queremos hablar, porque en realidad, poco se habla, poco se mira, poco se analiza, o por lo menos: lo necesario. Hoy es un buen ejemplo, la televisión, las revistas, muchos medios de comunicación ponen el foco en el mundo adulto e invisibilizan este grito subterráneo. Este dolor que viene muy de abajo pero está presente. Pongamos más atención en esta problemática para que todos los profesionales, los medios de comunicación y la justicia puedan abordarla con más ecuanimidad, con la certeza de que todo lo que reparemos hoy va a tener un impacto. Y si esa mirada y esos fallos son a favor de las víctimas hay un futuro posible. *
*Asesora General Tutelar CABA.
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