Página 12, 9 de marzo de 2019
Como sociedad, en muchas oportunidades dejamos que las diferencias ideológicas, culturales y de opinión nos pongan en veredas opuestas. Estas posturas irreductibles nos hacen perder la objetividad y la empatía, a tal punto, que situaciones dramáticas pueden llegar a ser objeto de burla o de agravios.
Pero hay una situación que seguramente nos une, que nos indigna de igual manera: la violencia ejercida hacia niñas, niños y adolescentes. Y vemos cómo a mucha gente incluso le cuesta seguir leyendo o mirando una noticia donde los detalles nos hacen revivir el calvario sufrido por una niña o una adolescente.